Había una vez un niñito que se llamaba Chau-Lín y vivía en la Conchinchina.
Chau-Lín era pequeñito pero muy inteligente. Le gustaban las matemáticas y el teatro, pero odiaba las clases de gimnasia y a los niños más grandes que él.
Sus papás, que eran muy buenos pero a veces no le entendían, le apuntaban a todo tipo de actividades extraescolares, como judo, atletismo, natación...
Chau-Lín, que era un niñito muy obediente, asistía a las clases sin rechistar, aunque hubiera preferido mil veces más quedarse en casa con un libro de su poeta preferido, el viejo Ho-Shai-Pei.
Un día, en una fiesta muy aburrida que dieron sus papás, un señor muy pesado le preguntó a Chau-Lín qué quería ser de mayor y él le contestó que le gustaría ser pensador. A sus papás y al señor pesado les dio mucha risa, pero Chau-Lín no entendió porqué.
Desde aquel día, por si acaso, cuando algún señor pesado le hacía aquella pregunta, contestaba que quería ser futbolista.
martes, junio 03, 2008
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